Rosa, rosae
y también el valor de pi,
y el recuerdo final
por los muertos
de la última guerra civil.
Así, así, así crecí:
Dulcemente educados,
en tardes de pavor,
conteniendo la risa
el grito, y el amor,
sin comprender la fuerza
de un viento abrasador.
Fuimos creciendo en filas
de dos en dos,
cruzando las ciudades,
los barrios, la ilusión,
dejando todo atrás
sin comprensión.
Rosa, rosae...
Tristemente avanzando
bajo la lluvia, el sol,
o el aire pavoroso
de un padre sin valor
después de amargas horas
de fuego y de terror.
Y la mudéjar torre
aupándose
sobre un barrio vacío
como ojo escrutador
testigo de la vida
la muerte y el dolor.
Rosa, rosae...
Salimos adelante,
nunca sé la razón,
quizás como testigos,
o náufragos o heridos,
para plasmar la voz
del que nunca la alcanzó
sobre el viejo mercado,
turbio y atroz,
de gritos y verduras
al frío o al calor
de los eternos días
creciendo alrededor.
Rosa, rosae...